En el año 905 el rey Alfonso III dona al monasterio de Sahagún la iglesia de "San Fructuoso in Rivo Sico" que se constituye en priorato en torno al que surge la localidad de Villada. Aparece mencionada por primera vez como "Villa que dicitur Adda" en un documento por el que un particular cede al monasterio unas propiedades que tiene en el lugar.
Inicialmente junto al priorato se asientan sus siervos y vasallos, mientras que al sur, un poco separados, se establece otro núcleo de población formado un grupo de hombres libres.
Este segundo núcleo se rodeó durante los siglos X y XI de una muralla que partiendo del Ayuntamiento en la Plaza Mayor, transcurría por la calle Muro, se dirigía hacia la iglesia de Santa María, y por la calle de Villalón volvía a la Plaza Mayor.
Como recuerdo de la misma queda el remodelado Arco del Ayuntamiento, mientras que el otro acceso de la muralla, el Arco de Santa María, se derribo a principios del siglo XX.
En 1487 el señor de Villada, Enrique Enríquez "El Mayordomo", dispone de un palacio en la villa que junto con su mujer María Luna ceden a la Orden de Predicadores para la fundación de un convento a la vez que construyen uno nuevo en la Plaza Mayor. Del convento, situado en la entonces Plaza de los Bueyes, cerca del río, no se conserva nada más que el recuerdo, ya que tras la exclaustración de los dominicos en 1834, fue vendido y en 1842 un incendio destruyó el edificio.
Una descripción de 1730 del palacio nuevo lo sitúa en la esquina de la Plaza Mayor con la calle Villalón. Su fábrica es de tierra y debido a su mucha antigüedad las fachadas al exterior están arruinadas y con tapias de tierra para evitar el uso del inmueble. Se valora el edificio en 120.000 reales.
Existió otro palacio o casa fuerte en la desaparecida localidad de Villamuza, en el término municipal de Villada, que según la documentación fue habitada por el "honrado caballero Francisco Enríquez". Al instituirse el mayorazgo de los Enríquez en 1443 esta casa fortaleza ya se encontraba arruinada. En 1488 el señor de Villada arrienda los pastos del despoblado al concejo, así como el aprovechamiento del solar del palacio, en donde vivía el guarda, y su huerta. Posteriormente en 1539 el conde modifica el contrato respetando la renta pero autorizando al Concejo a que derribe el palacio pero reservándose las maderas del derribo que debían de llevar a Villavicencio y las tejas al palacio del Villada.
A mediados del siglo XIV el lugar depende del obispado de León y es solariego en sus tres quintas partes de diez señores de las familias Núñez, Haza y Álvarez, mientras que las otras dos partes dependen del monasterio de Sahagún.
Los derechos de señorío de las diferentes familias acaban en poder de doña Juana Núñez de Haza, que en 1395 los vende a su sobrino González Núñez y su mujer Berenguela Cabeza de Vaca. Estos debido a su situación financiera se ven obligados a hipotecar las fincas al Almirante de Castilla, Alonso Enríquez. En 1437 doña Berenguela, ya viuda, al no poder hacer frente al pago de la misma vende, dona y traspasa el señorío de Villada a Fadrique Enríquez, hijo del Almirante, para saldar la deuda.
Le sucede en el señorío su hijo Enrique Enríquez, apodado el Mayordomo por tener este título durante el reinado de su sobrino el rey Fernando, que consigue en 1477 de los Reyes Católicos el privilegio de mercado franco todos los miércoles del año para Villada.
Junto con su mujer María de Luna, consiguen en 1487 autorización pontificia para fundar el convento de Nuestra Señora de la Piedad, regido por los padres dominicos. En 1584 tiene 12 religiosos, que a mediados del siglo XVIII aumentan a 16 frailes de los que 3 son legos; en 1768 cuenta con 8 sacerdotes, 2 legos, 1 donado y 3 criados, que se reducen a 5 profesos y 2 criados en 1787. En 1834 debido a la desamortización tienen que abandonar el convento, que posteriormente se quema y en 1842 se venden sus restos y fincas.
En 1488 Enrique Enríquez arrienda al Concejo los pastos, el solar y la huerta del despoblado de Villamuza. En 1539 se hace un nuevo contrato manteniendo la renta establecida pero el permitiendo el derribo del antiguo palacio.
Posteriormente, en 1504, al carecer de hijos varones modifica el mayorazgo cuya cabecera es Villada y del que también forma parte el término de Villamuza.
La población en Villada en 1528 es de 486 vecinos, mientras que en el censo de 1591 aparecen 467 vecinos, 478 si se suman los del desaparecido Valdejoque, de los que 462 son pecheros, hay 1 hidalgo y 13 del clero secular y 2 del regular.
Felipe IV en 1625 crea el título de Conde de Villada a favor de Enrique Pimentel hijo del marqués de Távara por los servicios prestados por su padre.
En 1631 se indica la existencia de 514 vecinos, 2.005 personas, así como de 2.845 cabezas de ganado menor, con una solicitud de 250 fanegas de sal, aunque les estiman un consumo de 1.100.
Se cifra en 636 el número de vecinos que hay en 1711, que aumentan en el censo confeccionado en 1752 hasta los 789, de los que 22 pertenecen al estado noble y 30 son clérigos. Sin embargo, en el Catastro de Ensenada señala 640 vecinos aunque contando las viudas y solteras cada dos como un vecino. También se indica la existencia de 740 casas habitables, 4 inhabitables y 26 arruinadas de las que solo queda el solar. Además hay 2 hospitales y el convento de Nuestra Señora de la Piedad.
La importancia industrial de la villa se manifiesta en la existencia de 88 fábricas y 24 talleres dedicados al curtido, hilado y telares, sombrereros, cabestreros y atarreros, y alforjeros.
El número de habitantes en 1768 asciende a 2.539, de los que 1.234 son hombres y 1.305 mujeres. Por parroquias a Santa María pertenecen 1.676 y a San Fructuoso 863.
Llama la atención la existencia de 25 cofradías y 2 hermandades que se relacionan en 1771. La mayoría carecen de fondos propios y se financian con las aportaciones de los cofrades.
La villa en 1787 es señorío del Duque del Infantado, con 2.276 habitantes de los que 1.161 son hombres y 1.115 mujeres. Por actividad o ocupación hay 171 fabricantes, 80 jornaleros, 50 labradores, 50 criados, 25 estudiantes, 24 artesanos, 17 hidalgos, 13 comerciantes, 4 escribanos, 4 militares, 2 abogados, 2 empleados de sueldo real y 1 dependiente de la inquisición. Además religiosos hay 22 de la Orden Tercera del patrimonio, 6 de la Orden de Menores, 3 sacristanes y 2 curas.
En 1828 se indica que el número de habitantes es de 3.250, considerados como 853 vecinos, y que el mercado es muy concurrido acudiendo comerciantes y ganaderos de Asturias, Galicia y de las montañas de León. También se dedican al transporte de pescados frescos y salados para los pueblos de la zona, y a la elaboración de ropas de lana y jerga.
Datos oficiales de 1843 reducen el número de vecinos a 470, de los que 237 son electores.
La población en 1850 la forman 2.216 personas, consideradas como 426 vecinos, con un casco urbano formado por calles regulares entre las que se distribuyen las 474 casas, la cárcel, el pósito, el ayuntamiento, dos escuelas de primeras letras y las dos iglesias.
Según el empadronamiento de 1877 la población de derecho es de 961 hombres y 995 mujeres, para un total de 1.956 personas.
En 1882 la localidad pertenece a la Diócesis de León, arciprestazgo de Cisneros, y cuenta con 1.241 almas en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y 930 en la de San Fructuoso.
Merece la pena dar un paseo por la Plaza Mayor, lugar donde se celebraba su famoso mercado, que aún conserva parcialmente porticada, y a la que se asoma su moderno Ayuntamiento.
Destacar en la localidad su iglesia parroquial de Santa María de la Asunción del siglo XVIII, restaurada en el XX, con su torre mudéjar típica de la zona. En el interior resaltar la capilla neoclásica del Nazareno que cuenta con cúpula y yeserías del XVIII. Dentro de la escultura hay un San José con el Niño atribuida a la escuela de Gregorio Fernández y una Piedad del XVI.
La iglesia de San Fructuoso es del XVII, aunque pudo tener un origen visigodo, cuenta con tres naves separadas por pilares que soportan las bóvedas, de arista en la central y de cañón con lunetos en los laterales. Reseñar el retablo barroco y un Cristo gótico del XIII.
La Ermita del Cristo de la Hera es obra del XVI y también cuenta con un retablo barroco y un Cristo del XVI. A la salida de la localidad en dirección a Palencia se encuentran otras dos ermitas, la del Cristo del humilladero del siglo XVI y la de la Virgen del Río, del XVII que tiene un retablo barroco del XVIII.